jueves, 29 de diciembre de 2011

Relato: recuerdos de un spanker

Vamos a despedir el año con una morbosa historia. Los asiduos al blog reconoceréis por su calidad de siempre a nuestro autor más habitual. Muchas gracias por su colaboración, y feliz año para él y para todos los lectores.

Recuerdo que fue el 15 de junio, hace ya una década. Yo acababa de cumplir los veinte. Era un día caluroso y como no tenía nada que hacer, me puse unas playeras y decidí dar un paseo, serían las 6 de la tarde.
Comencé a subir una cuesta que lleva a Montaña Negra, muy cerca de mi casa. Cuando iba por la mitad de la cuesta, sólo y enfrascado en mis pensamientos, vi a unos chicos un poco más jóvenes que venían en dirección contraria. Al cruzarme con ellos, uno iba con un palo e hizo ademán de darme con él (en broma). Yo hice que me lo tomaba en serio y le hice pararse a hablar conmigo. Sus compañeros, sin prestar atención, siguieron su camino.
Yo todo indignado le dije que a ver que confianzas eran esas. Él contestó que era compañero de mi hermano y que como pensaba que le reconocía había intentado asustarme. Me acordaba de él. Se llamaba Jorge y, como mi hermano, había cumplido los dieciocho el febrero anterior. Yo le había conocido en la fiesta que dieron los dos pero, mintiendo, aseguré que no le conocía y que me llevara a su casa porque diría a su padre que había intentado tirarme el palo. Él se asustó y me suplicó que no se lo dijera porque su padre era muy estricto y temía su castigo. Le dije que si prefería que le castigara yo, y respondió que sí, antes que su padre tuviera ninguna queja sobre él.
Le ordené que me siguiera. Volvió a subir la cuesta conmigo y cuando llegamos a un sendero que se internaba en el bosque, él iba diciendo que qué le iba a hacer. Yo le dije que le iba a castigar, sin más. Cuando llegamos a una espesura de matorrales bastante discreta tomé una rama de un árbol, arranqué sus hojas y lo convertí en una fina y cimbreante vara. Él, al ver el palo, dijo que si le iba a pegar con él. Le dije que sí y me pidió que no lo utilizara. Entonces le dije que le castigaría con la mano, pero para que el castigo fuera efectivo debía bajarse el pantalón.
Él aceptó y se los bajó, dejando a la vista un slip que marcaba a la perfección su culo. Le tomé y le puse inclinado, dejando su culo expuesto al castigo. Le bajé entonces el slip y le di una buena tanda de azotes. Cuando acabé tenía el culo bastante rojo. Le dije que eso le enseñaría a no volver a jugar conmigo. Él, sin subirse el pantalón, se acariciaba el culo dolorido y colorado.
Tomé entonces la vara y le dije que no había terminado. Volví a hacer que se inclinara y le propiné tres fuertes varazos que le dejaron tres verdugones cruzando sus nalgas ya enrojecidas. Aquí empezó a llorar. Le mandé entonces que se subiera el pantalón y se fue a su casa.
Volví a verle por el barrio pero no pasó nada. Pasó el verano y al llegar septiembre empecé 3 de administrativo y, al ir un día por el pasillo, me llevé la sorpresa de encontrarle.
Me saludó sonriéndome con timidez. Me dijo que empezaba primero – iba un curso retrasado - y me preguntó que si guardaba los apuntes. Le dije que sí y me preguntó que si se los dejaría. Le dije que sí, y le invité a venir a casa por ellos dos días después. Cuando lo hizo, estábamos los dos solos en casa y comenzamos a hablar de lo sucedido tres meses ante. Me dijo que, desde que cumplió los dieciocho, su padre, que era muy estricto, le azotaba con frecuencia por el menor motivo. De hecho hacía un rato que le había dado unos azotes con la correa por desobediente. Le dije que me enseñara el culo para ver si era verdad y él, ruborizándose, se dio la vuelta y se desabrochó los pantalones bajándolos junto con el calzoncillo justo al comienzo de los muslos. Era verdad que tenía el culo con las marcas de la correa, pero ya casi desvanecidas. Tenía un hermoso culo, redondeado y lampiño, y le pasé los dedos por la piel siguiendo las marcas. Se ruborizó aún más pero se dejó y me excitó verle allí, sumiso y tierno, un poco inclinado hacia delante y con el culo al aire, sujetándose el pantalón y el calzoncillo lo justo para que no cayeran. Le di un azote. “Sabes que te lo has merecido” – le dije. Él me miró volviendo la cabeza. “¿Me vas a volver a castigar?” preguntó con un tono de voz casi inaudible. “Por supuesto” dije. Estábamos junto a mi cama, por lo que me senté y, tal y como estaba, le hice tumbarse en mi pierna izquierda y le sujeté los pies con la derecha. Entonces volví a darle de azotes en el culo con la mano. Él gemía y se retorcía pero se dejaba hacer. Estuvimos un buen rato, yo sintiendo con placer como se calentaban sus nalgas elásticas bajo los cachetes. Paré al fin y le acaricié la piel ardiente donde mis dedos habían dejado rojas marcas. Él se puso de rodillas a mi lado y entonces empezamos a acariciarnos y llegamos a tener una experiencia.
Después de esto hubo muchas más, y en todas procuraba tumbarle sobre mis rodillas y azotarle el culo, y aunque él se resistía, siempre salía con el culo caliente y coloradito…

viernes, 23 de diciembre de 2011

Feliz navidad

Este año voy a recurrir a lo fácil, que es felicitaros las fiestas con un dibujo de Papá Noel dando una buena azotaina a algún chavalillo travieso. La verdad es que casi todo el material que hay de azotes navideños lo había publicado ya hace unos años, pero he encontrado este simpático dibujo de Franco, uno de los amigos del blog, que faltaba en mi colección. Mucho turrón para todos (y azotes para el que quiera o pueda).

domingo, 18 de diciembre de 2011

Clips 4 sale

Este resumen no está disponible. Haz clic en este enlace para ver la entrada.

jueves, 20 de octubre de 2011

Cumpleaños feliz

Los americanos tienen la estupenda costumbre de dar azotes cuando alguien está de cumpleaños, en lugar de tirarle de las orejas. Existen unos cuantos vídeos en YouTube que lo demuestran; este es uno de los más interesantes que he visto porque incluye un utensilio que me gusta mucho (y que pica mucho también), que es la cuchara de madera.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Just for laughs ... and spanking

Seguramente habréis visto alguna vez Just for laughs, una serie de sketches cómicos grabados supuestamente con cámara oculta y que suelen proyectar en aviones y medios de transporte para pasar el rato. Este en concreto no sé si os hará gracia, pero creo que os va a gustar:

martes, 11 de octubre de 2011

Videoclip con spanking

Scissor sisters hacen un refrito de música disco descaradamente gay y por eso a veces hacen videoclips atrevidos como este, Filthy and gorgeous (algo así como asqueroso y divino), en el que uno de los miembros del grupo recibe semidesnudo azotes de un señor más mayor y viciosillo vestido de traje. Como descargar y editar el vídeo reduciría su calidad hasta hacerlo casi invisible, me temo, os propongo que juguéis a encontrar la escena de spanking; es un videoclip y el ritmo es rápido, la escena sólo dura unos pocos segundos así que hay que estar atentos para no perdérsela.

lunes, 3 de octubre de 2011

El ladrón de naranjas

Nuestro escritor habitual nos vuelve a deleitar con un relato, tan bien escrito y tan morboso como los anteriores. Muchas gracias.

EL LADRÓN DE NARANJAS

Aquel verano fue inolvidable. Mi mellizo y yo habíamos cumplido los dieciocho años en mayo, y pensábamos pasar el verano juntos con mis abuelos. Pero seis suspensos hicieron que mi hermano se fuera a pasar el verano en un internado en Sacedón y yo me fuera sólo a la playa. Aunque le echaba de menos, hice buenas migas con un grupo de chicos de mi edad del pueblo y solía pasar con ellos la mañana en la playa. Pero una tardes de finales de junio salí sólo a pasear con mi perro por los campos que había detrás de la casita donde nos alojábamos. Era un paseo delicioso entre naranjos y viñas, por caminos cercados con cañas y arbustos, llenos de recovecos y senderos sin salida. Salimos temprano, casi a la hora en que todos sesteaban, pensando volver para la hora de la cena, hambrientos, cansados y satisfechos de nuestras exploraciones y aventuras.
Siguiendo el camino, me encontré con un riachuelo a cuyas orillas crecían grandes árboles. Lo seguí un buen rato hasta llegar a un naranjal cerrado por una valla y con grandes naranjas colgando de las ramas. Hacía calor y yo tenía sed, por lo que salté la valla, tras ordenar a Dingo que no se moviera de su sitio, y cogí dos hermosas naranjas que me comí con fruición, sintiendo su dulce jugo derramarse de mi boca.
Ya estaba acabando la segunda cuando sentí una mano cogerme el hombro, y al tiempo que me daban la vuelta en redondo una voz tronaba en mis oídos: “¡Ya te tengo, ladrón!, ¿De modo que tú eres el que te dedicas a saquear mi huerto? “¡Ya te enseñaré yo a robar!” Yo intenté excusarme, justificarme, negar la acusación, pero me vi arrastrado sin miramientos y llevado a una caseta donde el hombre guardaba sus herramientas. “Ya te enseñaré yo” – no paraba de repetir aquel hombre. Yo estaba muerto de miedo, y le pedía por favor que me perdonara, que era la primera vez. “¡No mientas!” - me respondía. “Te he visto muchas veces rondar las huertas esperando que no hubiera nadie para robar, pero hoy te vas a llevar tu merecido. Te voy a enseñar a no robar más”. Siempre he sido menudo, y aquel hombre era un coloso que me manejó a su antojo.
Con rapidez, me ató las manos a la espalda, y luego pasó la cuerda por una viga, dejándome medio colgado, con los pies apenas apoyados en el suelo y los brazos retorcidos. De un tirón me despojó del pantalón de deportes que llevaba puesto, dejándome con el culo al aire, indefenso de todo punto. Él se retiró y al mirar, le vi sonreír, una sonrisa de lobo satisfecho. “Bien, señorito” – dijo – “así es como se ve por sus malas acciones. Se va a llevar una buena tunda para que aprenda a no robar” Yo intenté volver a excusarme, a decir que se equivocaba, pero no me sirvió de nada. Me cogió por la camiseta, sujetándome en alto, y me empezó a dar azotazos con la mano en el culo. Tenía una mano callosa, firme y dura como una pala, que me hacía aullar de dolor y bailotear en el aire cada vez que chocaba con mi carne desnuda. Pronto, sentí como si mis nalgas ardieran bajo los azotes, y las lagrimas me corrían por las mejillas de dolor y de vergüenza al verme así tratado. Estuvo un buen rato dándome de azotes hasta que por fin le sentí detenerse, jadeando. ”Y ahora” – dijo mi verdugo – “vamos a rematar con treinta correazos, que estoy seguro que no olvidará fácilmente. Y le aseguro que si le cuenta a alguien la que ha recibido hoy, le encontraré y le daré una que la de hoy le va a parecer una caricia”.
En un momento, se despojó del cinturón, y sujetándome de nuevo, aplicó los treinta correazos prometidos a mis pobres posaderas. Entonces me soltó de mi forzada postura, y casi me caí al suelo antes de recuperar el equilibrio. El trasero me ardía, y me lo froté con las dos manos para intentar aplacar el ardor. Mi verdugo abrió entonces la puerta, y me quedé paralizado al ver recortarse en la puerta una figura que se quedaba parada en el umbral. Le reconocí. Era un muchacho algo mayor que yo – podría tener 20 años – que solía trabajar en la pescadería a la que acompañaba a mi abuela a comprar. La verdad es que siempre me había parecido muy atractivo. Él, en un instante, abarcó la escena con la mirada, y yo, al notarlo, sentí que el rubor ardiente de mi trasero se subía a mi cara. Con sorpresa, le vi entonces ruborizarse también con tanta intensidad como la mía.
“Ah, eres tú” – dijo mi verdugo al chico – “Ya te enseñaré a llegar tarde... aunque me he estado calentando un poco con el ladronzuelo” – se volvió a mí – “Tú, tápate ese culo y largo, y como te vuelva a pillar te aseguro que la que esta no es nada en comparación con la que te daré”. Ruborizado aún, obedecí, subiéndome los calzoncillos y los pantalones cortos mientras salía a la carrera por la puerta. “Y tú” – le oí seguir diciendo al chico – “ya sabes lo que te espera o sea que vete desatacando”
Me alejé unos metros, apretándome las nalgas doloridas, pero apenas salí del campo de vista de la puerta, di media vuelta, me escondí por los matorrales, y me acerqué a la casita por la parte de atrás. Se oía ruido dentro y no tardé en encontrar un agujero entre las maderas por donde atisbar. En la penumbra vi como el muchacho estaba en la misma postura que yo acababa de dejar, con los pantalones y los calzoncillos caídos hasta los tobillos mientras que el hombre, empuñando la gruesa correa que yo había probado, le azotaba las orondas nalgas con una sonrisa en los labios. El muchacho se contorsionaba intentando eludir, sin éxito, los azotes, y el hombre le reñía al tiempo que le castigaba. “Así aprenderás a obedecerme. Así vendrás cuando te llame y no te entretendrás holgazaneando por ahí” – le decía, sin dejar de descargar la correa.
No sé el tiempo que estuvo castigándole, pero me sentía incapaz de moverme, acariciándome mi trasero dolorido y presenciando aquel espectáculo, que yo acababa de sufrir en mis carnes. Los azotes sonaban como el redoble de un tambor sobre las nalgas desnudas del chico, que gemía y se debatía bajo la lluvia de golpes. Por fin, el hombre bajó la correa, y se quedó contemplando al chico. “Por hoy, ya basta” – dijo – “Pero como mañana llegues tarde otra vez, el castigo va a ser el doble” El chico, desde su forzada postura, se limitó a asentir con la cabeza. Un nuevo correazo le hizo responder, con un gemido: “Sí, señor”. “Bien” – dijo el hombre – “Así está mejor”. Desató la cuerda, dejando caer al chico de rodillas sobre el suelo, salió del refugio y se alejó, silbando. El muchacho, con cuidado, se frotó las enrojecidas nalgas, como yo lo había hecho antes. Por fin se levantó, se subió la ropa, y salió a su vez.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Fakes de famosos

La verdad es que últimamente no veo contenidos relacionados con spanking que me llamen la atención, así que si alguien ha escrito un relato, quiere compartir fotos o vídeos privados, o ha asistido al fin de semana spanko que, si todo ha salido según lo previsto, habrá tenido lugar hace poco y quiere contarnos sus impresiones, agradezco cualquier aportación que le dé vidilla al blog.

Entre tanto, hoy publico unas imágenes divertidas: supongo que sabéis lo que son los fakes en Internet, imágenes trucadas, casi siempre porno, en los que se sustituye la cara de alguien por la de un famoso. Existen también fakes de spanking en los que podemos ver a famosos dando o recibiendo zurras. Aquí tenéis algunos ejemplos; algunos de los chicos de las imágenes los reconoceréis, otros a lo mejor no tanto. Quien quiera ver más puede acudir al blog de donde las he sacado: http://celebspankofakes.bestmalediaries.com/




domingo, 11 de septiembre de 2011

El cepillo 3

El cepillo es uno de los instrumentos que más morbo me da en las azotainas. He encontrado entre las carpetas del PC este vídeo privado con el que continuo la "serie" de vídeos con cepillo que había iniciado hace tiempo. Esta era la primera parte y esta la segunda.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Turquine

Siempre es un placer descubrir nuevas páginas y blogs sobre azotes en la red. La recomendación que os hago hoy es el blog de Turquine, un dibujante que mezcla dibujo tradicional y digital; le gusta ser discreto y su perfil no dice nada respecto de su ubicación, pero su fijación por los chicos inclinados para recibir la pala es típicamente americana, como también lo son los textos de algunos de sus dibujos. Tiene una especial fijación por los chicos con barba, saliéndose un poco del chico sumiso algo aniñado que solemos ver recibiendo azotes. Os muestro algunos ejemplos de sus dibujos; tenéis más en el enlace, que os recomiendo visitar.







viernes, 19 de agosto de 2011

Azotes en series antiguas

Los que sigáis el blog desde hace tiempo ya sabréis que me atrae mucho la inocencia de las escenas de azotes añejas, la arqueología del spanking podríamos decir.

Os enlazo en esta entrada a tres vídeos correspondientes a series norteamericanas de los años 60, creo que nunca emitidas en España. La primera es The many loves of Dobie Gillis, la segunda The wagon train, una del oeste, y la tercera The Jack Benny program. Se trata de comedias en las que los azotes se ven como algo simpático pero también como un apoyo a la idea de que los jóvenes deben ser obedientes y sumisos con sus padres y aceptar que les castiguen cuando se portan mal. De hecho, las tres escenas son de disciplina paternal con el chico sobre las rodillas, que es mi variante favorita.

Muchas gracias a los que rastrean y digitalizan estas escenas evitando que se pierdan.



martes, 16 de agosto de 2011

Franco y el dibujo digital (II)

Sigo intentando ponerme al día con el material que me están facilitando los lectores. El dibujante Franco, uno de los mejores amigos del blog, me ha mandado más muestras de sus nuevos dibujos con técnica digital. Nuevas tecnologías pero las temáticas de siempre: papás severos partidarios de la mano dura, científicos locos que inventan dispositivos para azotar a jovencitos con cuerpos estupendos y morbosos azotes en oscuros monasterios. Muchas gracias de nuevo, Franco.








domingo, 14 de agosto de 2011

Amar y tener

He tenido noticias de uno de mis contactos habituales, un amable lector que desde Colombia me ha informado de la emisión de una escena de azotes en la telenovela Amar y tener, concretamente en el capítulo Pascual investiga a Mike. El resultado de la tal investigación es que Mike ha sido algo traviesete y Pascual decide castigarle con el cinturón.

El capítulo se puede ver desde este enlace. La amenaza de castigo tiene lugar en torno al minuto 17 y los azotes en sí alrededor del 20; como es habitual en las telenovelas, la escena se interrumpe y pasan a otros personajes para luego retomarla. He intentado descargar el vídeo para editarlo pero los programas que he encontrado solo funcionan con YouTube y los portales de vídeos más habituales. Me he tenido que contentar por lo tanto con las capturas de imagen que veis.






jueves, 11 de agosto de 2011

Sakigake

Si os gusta el manga y el anime en versión erótica os recomiendo el blog http://soupgoblin.blogspot.com con imágenes de personajes de animación japonesa en todo tipo de situaciones eróticas. Al autor del blog le gusta mucho el spanking además y confiesa con buen humor que se enganchó a una serie llamada Sakigake porque en el primer capítulo dos internos de un colegio intentan escapar y son castigados con cien azotes con unas palas. Es muy morboso como la escena se deleita en mostrar la azotaina y los culitos prácticamente desnudos y rojos.

miércoles, 27 de julio de 2011

Los jugadores del Barça son azotados

No os asustéis que no he vuelto a abandonar el blog, lo he ralentizado porque he estado de vacaciones (y en agosto tampoco me voy a poder prodigar demasiado).

Por fin he conseguido recuperar después de veintitantos años un gag televisivo con azotes que me había perdido en su momento. Fue por el año 1987 o 1988 en el programa Viaje con nosotros del famoso cantante y humorista Javier Gurruchaga, aunque este gag era una colaboración de los no menos famosos Els joglars. Causó un gran revuelo por parodiar al Barça, a Jordi Pujol y a la virgen de Montserrat o Moreneta, es decir, los símbolos más típicos de Cataluña. Recuerdo que en el cole los compañeros me comentaban que en el gag el entrenador les bajaba los pantalones a los jugadores del Barça y les pegaba en el culo con una pala. Como ya de crío sentía curiosidad por los azotes, me dio rabia perderme la escena, pero todo llega. En este vídeo aparece el sketch entero; lo bueno comienza a partir de 1:30 minutos. El humor es más bien de sal gorda, la verdad, pero la escena tiene su punto.

martes, 5 de julio de 2011

Franco se pasa al dibujo digital

En este blog Franco es un personaje muy respetado, y que nadie me malinterprete; el Franco del que vale la pena hablar aquí es un dibujante americano de origen italiano cuyos dibujos ya habíamos podido disfrutar en esta entrada anterior y también en esta otra. Tengo el honor de que Franco siga este blog y de vez en cuando me envíe creaciones suyas para que las publique, lo cual le agradezco mucho. Las últimas que me ha enviado muestran que se ha introducido en las técnicas digitales sin dejar de ser fiel a su estilo y a sus temáticas favoritas, que también lo son para mí y espero que para vosotros.







viernes, 1 de julio de 2011

La biblioteka

La biblioteka es un programa que no conocía que emiten en el canal de televisión juvenil Neox. Estoy poco puesto en estos temas pero parece que es un programa estilo Jackass de la MTV, donde jóvenes hacen todo tipo de cafradas entre el descerebre sin más y el concurso de humillación. Esta prueba consiste en que un tal Fito, un chavalillo bastante guapo, tiene que llevarse un azote con el cinturón de cada uno de sus cinco compañeros. Hay dos chicas entre ellos, espero que eso no os vaya a aguar la fiesta y lo disfrutéis.

jueves, 23 de junio de 2011

5ª quedada en las afueras de Madrid


Hace ya tiempo que sus organizadores me pidieron que publicara en el blog la información de su nueva kedada de spanking, bondage y juegos de rol, siendo este ya el quinto año que la organizan; disculpas por el retraso, pero ya sabéis que el blog ha estado inactivo unos meses. En esta ocasión el pueblo de los alrededores de Madrid elegido ha sido Chinchón, y las fechas, el fin de semana del 9 al 11 de septiembre. De manera que quien esté interesado puede ir solicitando su reserva y haciendo planes. Aclaro que yo me limito a hacerme eco de la noticia y no pertenezco a la organización del evento, así que si queréis más información podéis visitar el blog Clubspanking o escribir al organizador al email del club.

domingo, 19 de junio de 2011

El hombre en el baño

Antes de nada, pido disculpas por el largo paréntesis que le he dado al blog. La razón no ha sido nada malo, al contrario, he estado ocupado con otras cosas casi siempre agradables. Por otra parte llevo escribiendo blogs (no siempre gays ni sobre spanking) ya unos cuantos años y todo cansa. No obstante, sé la buena acogida que tiene este blog, que os agradezco mucho a los lectores y que la verdad me abruma, así que intentaré publicar cosas de vez en cuando, así como hacerme eco de lo que vosotros me enviéis.


Os subo un vídeo muy interesante protagonizado por el actor porno francés François Sagat. Pertenece a L'homme au bain, una película de 2010 de las pocas no porno (aunque sí con mucho sexo) que ha protagonizado Sagat. En la relación que mantiene con el chico que aparece, él, más grande, fuerte y un poco mayor, lleva el papel dominante y decide en esta escena darle a su nuevo ligue la azotaina que está claro que el chaval pide a gritos. La reacción del chico, no obstante, no es buena, pero no me sorprendería que más adelante se lo piense mejor y le pida que le vuelva a poner sobre sus rodillas. Yo desde luego lo haría.


sábado, 11 de junio de 2011

Charla de recuerdos

Un nuevo relato del amable autor de En casa del tío, Historias de Luis y El polizón del tren.


“Mi padre” – dijo el segundo joven – “Hasta los dieciocho simplemente nos mandaba al cuarto sin ver la tele o no nos dejaba salir, pero según cumplíamos dieciocho años nos felicitaba y nos decía que a partir de ese momento el castigo sería siempre una azotaina. Yo creo que desde entonces disfrutaba cuando tenía que castigarnos. Especialmente, cuando mis hermanos o yo teníamos que bajarnos los pantalones y nos ponía en sus rodillas con el culo en pompa para dejarnos las nalgas bien coloraditas con la mano o con la correa. Muchas veces, nos desatacaba él mismo el pantalón y nos lo bajaba hasta los tobillos, dejándonos el calzoncillo puesto. Entonces, nos tumbaba bocabajo en sus rodillas, y le oíamos respirar pesadamente mientras que subía el faldón de la camisa hacia arriba, para dejar bien a la vista el trasero. Nos ponía la mano en el culo, aún cubierto con el calzoncillo, y lo acariciaba a través de la tela, a la vez que nos regañaba con voz de pena, diciendo que a él le dolía mucho tener que castigarnos, pero que era por nuestro bien, y que cuando fuéramos mayores se lo agradeceríamos. Entonces sujetaba el elástico del slip y lo hacía retroceder hasta los muslos, dejándonos el trasero al aire, con mucha lentitud, recreándose en el acto, para que sintiéramos mejor la vergüenza. Volvía a poner la mano en nuestro culo, ahora desnudo, donde la sentíamos pesada y caliente, y decía: “de verdad, espero que no tenga que volver a hacerlo”. Y entonces nos sacudía unos buenos azotes, con la mano cuando éramos más pequeños, y luego, según crecimos, alternaba la mano y la correa o, incluso, la zapatilla, aunque siempre sus últimos azotes, cuando ya nuestro trasero estaba enrojecido, los daba con la mano desnuda, diez en cada nalga, y luego diez en las dos a la vez.”

“A veces eran solo cinco o seis azotes los que nos daba, otras nos castigaba a los tres a la vez, y nos hacía esperar, en fila y con el pantalón en los tobillos, viendo como eran castigados los demás, esperando nuestro turno. No pasaban más de dos semanas sin que uno u otro fuera castigado, y a veces, nos castigaba casi a diario en una misma semana. En casos graves, nos informaba por la mañana que recibiríamos una azotaina a la vuelta del colegio por la tarde, o nos iba a buscar a la salida, y nos contaba que al llegar a casa nos esperaba una buena tunda. Y siempre cumplía su palabra”.

“Recuerdo que cuando tenía diecinueve años me pilló fumando un pitillo. Me mandó a mi cuarto castigado, y al cabo de un rato subió él. Iba fumando un pitillo, muy tranquilo, y se sentó frente a mí. “Te comprendo” – dijo – “de verdad que te comprendo. Estás en una edad muy difícil y eres como un potro joven que necesita desfogarse. Pero has traspasado los límites, y mi deber es recordártelos. Y si para ello, hace falta que no te puedas sentar en una semana, puedes estar seguro de que vas a obtener lo que andabas buscando.” No intenté protestar tan siquiera. La semana anterior mi hermano mayor llegó tarde el día de su cumpleaños – cumplía veintiuno – y recibió una buena azotaina al volver a casa, para que no se hiciera falsas ideas sobre la edad.“

“Tiró el pitillo y me hizo seña de que me acercara a él. Con sus propias manos me desabrochó los vaqueros, los bajó hasta mis rodillas, y, poniéndome su mano en la espalda, me tumbó bocabajo en su regazo. Puso la mano sobre mi trasero, aún cubierto por los calzoncillos, y lo acarició con suavidad. “Sabes bien” me dijo “que mientras estés en mi casa deberás cumplir la disciplina que hay impuesta en ella. No sé que buscáis obligándome a castigaros, pero ya que parece que os gusta que os trate como a niños malos, lo seguiré haciendo con mucho gusto”. Noté como su mano dejaba de acariciar mi culo y sus dedos se introducían en el elástico del slip, dejando lentamente mis nalgas a la vista. Con cuidado, lo bajó justo hasta el comienzo de mis muslos, dejando así mi culo enmarcado por el calzoncillo y la camisa, que subió lentamente. Se detuvo y noté su mano acariciando la piel ahora desnuda. Suspiró “No deberíais ser tan malos” dijo, y empezó a darme de azotazos con la palma de la mano. De vez en cuando paraba, me acariciaba el trasero, cada vez más enrojecido, mientras seguía regañándome verbalmente. Yo gemía y me retorcía porque era realmente fuerte y sus golpes me hacían arder los carrillos del culo, y al cabo de un buen rato no pude evitar el patalear como un niño, y que las lágrimas me corrieran por las mejillas. Él continuó la lluvia de azotes imperturbable. Estuvo casi media hora dándome de azotes – no era nada extraordinario, a mi hermano le zurró durante dos horas la última vez y a veces había estado toda una tarde sacudiéndonos a los tres – y aún ahora sigo convencido de que me salvó de recibir más castigo el comienzo de un partido que le interesaba ver.”

- Y ¿a qué edad dejó de castigaros? – Preguntó el primer chico.

El joven sonrió: ” ¿Y quién te ha dicho que haya dejado de hacerlo? Hoy nos ha avisado en el desayuno que esta noche los tres vamos a probar el cuero a la vez por no limpiar la casa”.

- Pero no puede ser. Tienes ya veintidós años. Debe ser ilegal darte una azotaina.

El joven rió: “Ven esta noche a casa y se lo diremos a mi padre. Tal vez así le convenzas, pero la última vez que mi hermano pequeño lo intentó estuvo sin sentarse cómodamente tres días”.

- No sé si será ilegal o no – dijo el tercer chico – Pero te aseguro que cuando mi padrastro dice “ven aquí y bájate los pantalones”, más te vale darte prisa si no quieres que la zurra sea de las que hacen época. Y cuando conceptúa que nos merecemos una buena, no importa que momento sea o quien haya delante. Nos sacude y se acabó. Recuerdo en cierta ocasión en que invité a un amigo de la Universidad a pasar la noche a casa. Mi madre me había advertido que no me retrasara porque teníamos que salir de compras, pero lo cierto es que me olvidé, y estuve jugando al baloncesto un buen rato después de clase. Cuando por fin fuimos a casa a hacer los deberes, mi padrastro me estaba esperando en el porche. Cuando le vi me di cuenta de mi olvido. Ibamos jugando a tirarnos el balón por la calle, y de pronto me quedé clavado en el sitio, mirando hacia mi padre, sabiendo lo que me esperaba. Mi amigo me miró, extrañado. “¿Qué pasa?” – dijo - “Te has puesto pálido de pronto”. “No, no pasa nada”- balbucí - ”Mira, hoy no puedo estudiar contigo. Mejor vete. Ya te veré mañana en clase”. ”¿Pero seguro qué estás bien?”. “Sí, sí” dije. Y dejándole, subí corriendo hacia casa.

Mi padrastro se limitó a mirarme. “Lo siento”, dije, sin aliento, “me había olvidado del todo”. Él sonrió con tristeza y movió la cabeza. “Sabes que eso no basta”. Me puso la mano en la nuca y me llevó dentro de la casa. En dos minutos me había llevado a su silla favorita, me había puesto bocaabajo en su regazo y me estaba bajando los pantalones cortos que yo llevaba puesto. Un minuto después su mano batía la carne de mi culo con firmeza, y yo notaba enrojecer mi piel bajo la azotaina. Pataleé y pedí perdón, aunque sabía que no acabaría hasta que él decidiera que ya me había castigado bastante, pero de pronto noté una sombra en la puerta. Miré, y ¡Oh mierda!... Era mi amigo que nos miraba atónito desde el umbral. Hubiera deseado que me tragase la tierra. Allí estaba yo, con casi diecinueve años, uno de los duros del equipo, tumbado en las rodillas de mi padre y con el culo al aire, recibiendo una buena azotaina como si fuera un niño pequeño. Mis hermanos y mis primos me habían visto a menudo en semejante posición, pero yo también los había visto a ellos muchas veces. Esta era, en cambio, la primera vez que a mí me veía un amigo de mi misma edad, y, además, un chaval al que yo quería impresionar... por varias razones que no vienen a cuento.

Mi padrastro se detuvo un momento, la mano en alto. “Pasa si quieres”, le dijo. “Aún nos queda un rato”. “Papá, por favor” dije yo, avergonzado. No quería levantar la mirada del suelo para no ver la cara de mi amigo, pero notaba su mirada sorprendida recorrer todo mi cuerpo tumbado en el regazo de mi verdugo, y en especial mi trasero desnudo y colorado, que me parecía más desnudo y colorado que nunca. Y lo peor es que se quedó tan sorprendido que se limitó a entrar y sentarse ante el espectáculo, esperando que mi padre acabara, tal y como le habían indicado. Y vaya si tuvo espectáculo. Mi padrastro se esmeró en la labor de calentarme el culo y regañarme a la vez. Ahora una nalga, ahora la otra, ahora las dos a la vez, me estuvo dando azotazos otros diez minutos, que a mí me parecieron muchos más. Por fin, tras un enérgico cachete, me subió la culera del pantalón y me dijo que me levantara de mi forzada posición. Yo pensé en salir corriendo a mi cuarto, pero sabía que si lo hacía, seguramente me seguiría y me volvería a poner en sus rodillas, de modo que me aguanté las ganas, le pedí perdón de nuevo, y dije a mi amigo que si quería ir a estudiar ahora. “No, gracias” musitó “Mejor te llamo luego”. El trasero me ardía bajo los pantalones, pero no tanto como las mejillas por la vergüenza. “Vale” le dije. Y se fue.

Mis padres también salieron, y me pasé un buen rato en la cama, tumbado bocabajo, por supuesto, pensando en qué le diría a mi amigo, y seguro de que al día siguiente todos en el equipo sabrían que yo aún recibía azotainas. Como os podéis imaginar, sólo tenía puestos los calcetines y la camiseta, cuyo faldón había echado para arriba para que mi culo se refrescara con el aire. De pronto, noté una presencia a mi lado, una mano fresca que se apoyaba en mis nalgas y una voz suave que decía “Lo siento”. Me volví y era mi amigo. “No debería haberme quedado” musitó “Pero me quedé tan sorprendido que no supe reaccionar”. “Y ahora seguro que se lo contarás a todos” respondí, hundiendo la cabeza en la almohada. “No, te prometo que no lo sabrá nadie” dijo. Le noté levantarse de mi lado. “Mira”, dijo. Lo hice y se había puesto de espaldas y bajado el pantalón enseñándome el culo. Había una marca roja en cada nalga que reconocí sin problemas. Las había visto demasiado a menudo en los traseros de mis hermanos y mis primos. Demonios, incluso el mío lucía algo similar aunque más intenso en ese momento.

“¿También te zurran?” – Pregunté. Volvió la cabeza, con una mueca... ”Sí. Ésta me la dio mi tío anteayer, por mentir. Pero ya tengo prometida otra de mi padre cuando les dé las notas el viernes”. “¿Te sacuden a menudo?”. Volvió a torcer el gesto. “De vez en cuando, una al mes mas o menos. ¿Y a ti?”. “Lo mismo. Normalmente una cada dos semanas, aunque a veces he recibido dos o tres la misma semana”. Alargué la mano hacia su piel. ”¿Te importa?” “No”. Lo tenía aún levemente más caliente que el resto de la carne y se notaban las marcas de los dedos sobre la piel suave. Se volvió a poner a mi lado y me acarició con suavidad el culo. Silbó. “Desde luego, has recibido una buena. Pero, ¿sabes?, Me alegro de haberlo visto. Antes pensaba que yo era el único del equipo que aún recibía azotes en el culo. Ahora sé que puedo hablar de ello con alguien”

Sonreí. “Tranquilo. En casa todos estamos acostumbrados a pasar por el trance. Y a mis primos les pasa igual. ¿Te acuerdas de mi primo, el que nos llevó de excursión el mes pasado al campo?” “Claro, pero no me digas que a él también le pegan aún... ¡Si ya ha dejado la Universidad!!” “Hombre, ya no le castigan tan a menudo como cuando estaba, pero cuando vino nos enseñó las marcas de la correa de su padre. Se había ido de juerga un fin de semana y le pusieron una multa. Cuando su padre se enteró se puso tan furioso que le llevó al cobertizo, le hizo quitarse los vaqueros, le puso bocabajo en un caballete y le calentó bien el culo con el cinturón. Dice que estuvo dos días sin ir a clase porque no podía sentarse. Y claro, eso le valió otra azotaina por hacer novillos. Habían pasado quince días pero aún se podían ver las marcas de la correa sobre la carne. ¿No te diste cuenta de que no se quitó los calzoncillos cuando se bañó con nosotros?” “Sí, claro que me di cuenta”. “Pues esa era la razón. Pero dice que no es nada raro, y que hay muchos chicos en su fraternidad que aún reciben azotes en casa”

“A mí nunca me pegaron hasta que cumplí los dieciocho años” – Me contó entonces mi amigo – “Pero el día de mi cumpleaños, mi padre me llevó a su despacho y me dijo que ya me consideraba responsable de mis actos, que hasta entonces sólo había sido reñido, pero que a partir de entonces ya iba a empezar a castigarme cuando me lo mereciera. “Pero a mis hermanas no las castigas” le dije. “Es distinto”, me contestó. ”Tú eres un hombre y tienes que aprender responsabilidad. De ellas se encarga tu madre, y sólo ante ella responden. Tú a partir de ahora vas a responder ante mí. Así me educó tu abuelo, y a él su padre. Y espero que tú lo hagas así con tus hijos, cuando crezcas.” La verdad es que no hice mucho caso, ya sabes, era mi cumpleaños y todo aquello me parecía muy lejano. Pero a la semana siguiente recibí un suspenso, y al llegar a casa se lo di a mi madre. Ella suspiró y dijo: ”No, David. Ahora es a tu padre al que deberás dar las notas directamente”. No sé muy bien porqué pero las piernas me temblaron. Fui a su despacho sintiendo cada pisada como una condena. Llamé, y allí estaban mi tío y mi padre, que nunca me pareció tan grande y adulto como entonces”

“Recuerdo ahora que parecía que mi padre había estado riñendo a mi tío. Ya sabes, él sólo tenía veintiún años entonces, y estaba de pie al lado de la silla donde estaba sentado mi padre, frotándose el trasero bajo el vaquero con las dos manos. Cuando dije que llevaba a firmar una mala nota, mi tío me hizo una mueca divertida y salió del cuarto, dándome un cachete en el culo cuando pasó a mi lado. Mi padre me miró, leyó la nota y me hizo una seña de que me pusiera donde había estado mi tío. Lo hice y entonces me dijo. “Ya te lo avisé el otro día, pero parece que no me creíste. Ahora vas a ver que es verdad. Bájate los pantalones”. No intenté ni rogar. Me desabroché los pantalones y noté su mano cálida en mi espalda, forzándome a tumbarme bocabajo en sus muslos. Un instante después, sentí que me bajaba los calzoncillos, dejándome el culito al aire. Me dio unos doce o quince azotes solamente, pero a mí me pareció una azotaina formidable, ya que era la primera, y lloré y pataleé al notar la palma de su mano chocar contra mi piel desnuda. Cuando acabó, me tuvo un momento aún en sus rodillas, y me dijo: “Acuérdate que si te castigo es por tu bien. Y te aseguro que sólo porque te quiero hago esto. Y lo volveré a hacer muchas veces en el futuro, siempre que lo merezcas o lo necesites”. Me dio un último cachete y me dejó ir”

Desde entonces, no pasaba semana sin que me viera bocabajo en sus rodillas, recibiendo una buena azotaina. Mi tío más de una vez me protegía y escondía mis faltas, pero un día, jugando a las cartas, me ganó y le insulté. Se puso entonces muy serio y me dijo que me iba a enseña a respetar a sus mayores como le habían enseñado mi abuelo y mi padre a él. Yo acababa de cumplir los diecinueve y de pronto me vi en sus rodillas, con el culo al aire, y recibiendo una soberana azotaina.

Por supuesto, cuando llegó mi padre por la noche, me fui a quejar de la zurra que me había dado mi tío, deseando, en el fondo, que le diera una a él, pero mi padre me dijo que a partir de ese momento mi tío tenía tanto derecho como él a castigarme si lo creía necesario, y, para que no volviera a protestar, me llevó a mi cuarto y me dio unos azotes con el dorso del cepillo en el culo desnudo, con lo que te aseguro que aquella noche dormí bocabajo y al día siguiente procuré sentarme lo menos posible.