martes, 28 de diciembre de 2010

El polizón del tren (segunda parte)


El muchacho obedeció poniéndose de espaldas al revisor. Al levantar los brazos, la camiseta dejó al descubierto completamente su trasero encantador, cuya redondez era aún más destacada por el ceñido slip negro que llevaba puesto. El revisor estuvo disfrutando unos instantes de la visión, fijándose en las marcas rojas que se veían en el trozo de nalga que no cubría el calzoncillo. Luego se levantó, le dio un azote que hizo vibrar los carrillos del culo y salió del vagón.


El silencio cayó en el vagón hasta que, unos minutos después, se abrió la puerta del mismo y el revisor pelirrojo se asomó con cautela. Al ver a Jesús abrió la boca con gesto de asombro y tras fijarse un rato en su trasero retrocedió cerrando la puerta con cuidado y marchándose sin decir nada.


El tren hizo una parada y Jesús se removió, inquieto. Bajó los brazos un momento y con las dos manos se frotó las nalgas que notaba tensas y acaloradas. Luego, al ponerse de nuevo el tren en marcha volvió a subir los brazos a la nuca y tensó la espalda, poniendo el trasero curvado en una exposición deliciosa.


Pasaron varios minutos hasta que volvió el revisor jefe, que esbozó una sonrisa satisfecha al ver a Jesús en posición. Se acercó a él y con calma le bajó el calzoncillo por detrás dejando a la vista el trasero del muchacho, aún ruborizado por la azotaina recibida. Le dio una palmada que resonó en el vagón y lo volvió a cubrir. “Bien” dijo. “Me gusta que seas obediente. Pero eso no te va a salvar el culo – y nunca mejor dicho – porque tengo por aquí un par de amigos que están deseando trabar íntima relación con él. Pero de momento veo que se ha enfriado un poco, y eso no es bueno. Vamos a volver a calentarlo”.


Cogiendo al chico, lo llevó a trompicones – tenía los pantalones del chándal en los tobillos – al baúl donde antes había estado sentado. Puso el pie en alto en el baúl e hizo que Jesús se tumbara sobre su muslo, azotándole con la mano sobre el calzoncillo por un buen rato. Luego metió los dedos en el elástico del slip y lo bajó justo a la altura de los muslos, dejando así el castigado trasero al aire. Lo acarició “Así está mucho mejor” dijo y volvió a azotarlo con la palma de la mano. Jesús gemía y se retorcía bajo la lluvia de azotes que calentaba su culo apretando a veces las nalgas cuando pensaba que iba a caer la mano, pero el revisor entonces paraba un momento, y acto seguido azotaba con más ganas los ya calientes carrillos.


Por fin, tras una andanada que dejó jadeante a su víctima, se detuvo y volvió a acariciar los cachetes enrojecidos. Hizo levantarse al muchacho y con calma se desabrochó el cinturón y lo sacó lentamente, deleitándose en el susurro que hacía al salir de las trabillas del pantalón. Jesús le miraba con los ojos llenos de lágrimas. “Por favor” dijo “Ya me ha castigado bastante”. Una palmada en las nalgas le hizo estremecerse. “Eso lo decido yo” dijo el revisor. Una nueva palmada. “y aún queda la mejor parte. Quiero estar seguro de que se te quitan las ganas de montarte en el tren sin billete.”


Dobló el cinturón en dos y dijo: “Ponte mirando al baúl, y apoya las dos manos en él. Te quiero con el culo en pompa… las piernas separadas. Así. Veamos. Vamos a bajar un poco más el calzoncillo para que no moleste… bien… así está mejor…” Chasqueó el cinto de cuero y lo empuñó mientras se ponía en un lado. Levantó el cinto y lo descargó con fuerza en el trasero. El muchacho dobló las piernas con un gemido al notar el impacto. “Perdón. – Gemido - Perdón. – Gemido - Perdón”… decía a cada impacto de la correa, moviendo el trasero a un lado y otro intentando en vano esquivar los azotes.


El revisor le sujeto entonces por la cintura, y descargó una buena lluvia de correazos. Jesús intentó doblar las piernas, pero el revisor de nuevo metió su rodilla bajo el torso del muchacho manteniéndole así en posición mientras daba juego a la correa.


Cuando por fin se detuvo, Jesús tenía el trasero en llamas, y sollozaba pidiendo a su verdugo que pusiera fin al castigo. El revisor, todavía con el chico en su rodilla, se secó el sudor de la frente. Miró su reloj. Bien. Quedaba tiempo para un descanso y la última fase que iba a dejar un recuerdo imborrable durante unos días a las nalgas del muchacho.


Le hizo levantarse de su forzada posición y de nuevo le puso mirando a la pared, esta vez con el calzoncillo bajado justo al comienzo de los muslos. El trasero ya tenía las marcas de la azotaina en forma de verdugones que le cruzaban la antes blanca piel.


Ordenándole de nuevo que no se moviera, salió del vagón para hacer la última ronda por todo el tren. Jesús aprovechó para apretarse las nalgas con las manos, sintiendo las marcas dejadas por la correa como líneas ardientes en sus carrillos. De nuevo se abrió la puerta y asomó la cabeza del revisor pelirrojo que esta vez entró un momento en el vagón. Jesús le miró, los ojos llenos de dolor y lágrimas. El otro chico se acercó como hipnotizado y acercando su mano, acarició suavemente el escarmentado culo. Sacó de su pecho un papel que dio a Jesús y salió corriendo a fin de evitar al revisor jefe. Jesús lo miró, curioso a su pesar. En el papel se leía “Diego” y un número de teléfono. Con cuidado, lo guardó en su macuto y volvió a ponerse en posición de espera, preguntándose que le esperaba en el último tercio del viaje.


Tuvo que esperar de nuevo un rato hasta la vuelta del revisor jefe. Este abrió la puerta silbando una tonadilla. Estaba evidentemente contento y en su mano llevaba una vara que de vez en cuando hacía silbar en el aire. Jesús, al verlo, retrocedió con los ojos muy abiertos. “Señor, por favor” dijo con evidente miedo. “con la vara no, Por favor”.

“Me temo que no está en tu mano el pedir nada”. Dijo el revisor con una mueca feroz. “Te avisé que iba ser un buen castigo, y me voy a asegurar que no te olvides de portarte bien una buena temporada. Ahora ven aquí. Primero vamos a recalentar ese culito y luego nos aseguraremos de dejarle unas buenas marcas de recuerdo”.


Jesús, medio resistiendo, medio cediendo, se dejó arrastrar hasta el baúl donde el revisor volvió a tomar asiento y colocó al muchacho de nuevo sobre su muslo, dejando caer una lluvia de azotes muy rápida y enérgica sobre las nalgas desnudas. El muchacho gemía y se retorcía bajo el castigo, sujetándose a la pierna del revisor con ambas manos para mantener el equilibrio. En un momento, el revisor puso su pierna derecha sobre las de Jesús haciendo pinza y manteniéndole de esa forma en posición con el culo en pompa sobre su muslo.


Por fin, los dos jadeando, el revisor paró la azotaina y tuvo un rato quieto al muchacho en la misma posición. Los sollozos hacían que Jesús agitara los hombros. Sentía el trasero caliente como nunca pensó tenerlo. Y aun faltaba lo peor…


El revisor le hizo levantarse de su regazo. Había llegado el momento de la vara. Le hizo poner las manos sobre el baúl, doblándose para presentar el culo al castigo. El revisor sonrió. Estaba rojo y caliente al tacto, y se veían las marcas del cinturón. Pero con el nuevo instrumento le iba a dejar las nalgas aún más marcadas con verdugones. Cimbreó la vara, haciéndola silbar en el aire y la puso en contacto con la piel. Jesús se estremeció al contacto de la fría vara y tragó saliva pensando en lo que le esperaba. El revisor dejó caer el primer azote y Jesús no pudo evitar un gemido al tiempo que una línea violácea se marcaba en sus rojas nalgas. A cada varazo, Jesús gemía y en un momento intentó cubrirse las nalgas – que le ardían – con las manos, pero un varazo en los dedos le hizo desistir. “Por eso” dijo el revisor “serán diez más. Eso hace un total de veinticuatro”… Jesús gimió pero aguantó el resto de los azotes sintiendo como su trasero se cruzaba de líneas de fuego.


Por fin el revisor paró y se acercó a Jesús. Con una sonrisa, le acarició las nalgas, ahora rugosas por los verdugones, sintiendo el fuego que salía de ellas. “Bien” dijo. “Creo que la lección está aprendida. Levántate”. Jesús, los ojos arrasados de lágrimas, se levantó, agarrándose el trasero ardiente con las dos manos a fin de aliviar algo el dolor.


“Queda aún un poco para llegar. Ponte en el rincón y vendré a buscarte para avisarte y que te prepares a bajar… no te molestes en subirte los calzoncillos hasta entonces… quiero ver como te queda el trasero cuando vuelva”.


Salió dejando solo a Jesús, que quedó por tercera vez en posición de espera. Esta vez el tiempo pasó más rápido para el castigado muchacho, más cuando se pudo estar apretando las nalgas para reducir su ardor. El revisor volvió y se paró a su lado. Los dos de pie, le rodeó el pecho con el brazo izquierdo y palmeó con la mando derecha las calientes nalgas de abajo arriba, sintiéndolas vibrar a cada cachete. Tras unos diez o doce azotes de esta forma, le dijo que se preparara para bajar del tren. El muchacho se subió con cuidado calzoncillo y pantalón, y una rápida visita al cuarto de baño le bastó para lavarse la cara y quitar de sus ojos las muestras del llanto.


Volvió al departamento y recogió sus cosas, sin levantar la mirada, ante la mirada burlona del revisor, que aún le dio un último cachete en los fondillos del pantalón como despedida. Jesús salió del compartimento y se unió a la gente que bajaba del tren. Con disimulo, el muchacho se frotó con la palma de la mano el trasero que notaba caliente y con marcas. El calzoncillo se había pegado a la piel y con las yemas de los dedos siguió el trazado de los verdugones que cruzaban sus nalgas. En el andén vio a su tío y a su hermano, que le habían venido a buscar. Su hermano tenía un algo que le sorprendió. Parecía más joven, más infantil incluso, que la última vez que le vio en casa, como si hubiera perdido algo de la dureza de pandillero que le conoció en su última época en la ciudad y hubiera regresado a un tiempo anterior de la vida de ambos. Le dio dos besos a su tío y un abrazo a su hermano, y dirigió una última mirada hacia atrás, al revisor que estaba asomado a la puerta del vagón del que había bajado.


El revisor le vio alejarse entre la gente y ser recibido por un hombre y un joven, sin duda el hermano mayor del muchacho por el gran parecido entre ambos. Por un momento fantaseó con la idea de que el hermano mayor también pasara por lo que había pasado el pequeño. Sonrió ensimismado. En su mano aún notaba la tersura y el aroma de la piel del muchacho y deseó que el viaje se repitiera. Volvió a sonreír. El día había cambiado completamente y sabía bien como iba a acabar para que el cambio fuera total. Ahora se iría a casa y prepararía una buena cena, y esa tarde, cuando Manuel llegara de vuelta a casa, le encontraría listo y preparado: estaría acodado sobre la mesa de la cocina, con el culo en pompa. Pensó si tendría el pantalón bajado a los tobillos, pero decidió que simplemente le tendría desabrochado y listo para que Manuel lo bajara a su gusto. A su lado, en la mesa, pondría el cepillo de dorso plano preferido por Manuel y la vara de madera que tanto le gustaba a él. Sí. Al final iba a ser un día completo.


El revisor se volvió para entrar en el vagón y, al pensar en la azotaina que le esperaba se frotó instintivamente el trasero en el mismo gesto que antes había hecho Jesús. Justo en ese momento fue cuando Jesús le miró y vio el gesto, repitiéndolo él con una sonrisa cómplice. Se volvió hacia su tío y, sacando del bolsillo de la sudadera el billete del tren, lo tiró a la papelera al pasar junto a ella.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Polizón en el tren

Nuevo relato del amable autor de En casa del tío e Historias de Luis.


Era un día horrible. La discusión de la noche anterior había sido tan fuerte que acabó por dormir en el sofá, y en el desayuno no se habían cruzado palabra. Día lluvioso, y encima, en el segundo viaje, un problema con la máquina y media hora de retraso sobre el horario habitual. De hecho, acababan de recibir el permiso para la salida y los viajeros estaban acabando de montar al tren.


Un movimiento le llamó la atención. Entre la gente que subía en el vagón anterior, había un muchacho de unos veinte años, con chándal de sudadera gris y pantalón blanco que se ocultaba del revisor y, aprovechando un descuido, se coló en el vagón. Sonrió casi por primera vez en el día. Tenían un polizón a bordo. Un polizón con muy buen trasero. El viaje iba a ser más placentero de lo que esperaba.


Tenía – siempre había tenido – un sexto sentido para los que querían viajar de gorra en su convoy. Por eso, a pesar de su juventud – tenía solo 27 años – le habían hecho revisor jefe en las grandes líneas, cuando normalmente no llegabas a ello hasta más de diez años de servicio – y eso si llegabas. Pero él olía a los polizones a distancia. Siempre los delataba un cierto aire furtivo, un intentar volverse invisibles que para él era la mejor forma de descubrirse. Miró a su compañero – un joven de unos 22 que coincidía con él de forma esporádica y alardeaba que no se le colaba nadie en el tren. Bien, en aquella ocasión estaba claro que se le había colado alguien, pero ya ajustaría cuentas con él. Ahora su prioridad era el polizón. Sonrió. “Me acabas de alegrar el día” pensó.


Se dio la primera vuelta por los vagones de cola. El tren iba por allí medio vacío y la galería permanecía desierta. Solo tres de los compartimentos del penúltimo vagón estaban ocupados por sendas familias y en el último no había nadie. Echó también un vistazo al furgón de cola, en el que se llevaban los equipajes y algunas mercancías. Sonrió de nuevo: en aquel viaje, solo llevaban los grandes baúles de un grupo de teatro. Decididamente, el día estaba cambiando.


Pasó a los vagones anteriores, que recorrió tranquilamente. La gente estaba sentada en los compartimentos o de pie en la galería charlando o fumando. Era un viaje cómodo, de apenas tres horas. Saludó a sus dos subalternos y estuvo un rato de charla con ellos. El que había dejado colarse al polizón era un pelirrojo pecoso con los ojos verdes:


- Bueno – le preguntó con sorna – seguro que no has dejado colarse hoy a nadie, ¿verdad?


- No, señor. Le aseguro que no hay nadie sin billete en el tren.


- Eso está bien. Hay que ser cuidadoso. Nos dan una buena paga por ello y nadie quiere perder el empleo.


- Por supuesto señor. – respondió el joven, removiéndose intranquilo ante la aguda mirada del revisor jefe.


Recorrió todo el convoy sin ver al polizón. Sonrió. Seguro que se había escondido en el baño como solían hacer pensando que nadie los buscaría allí. No importaba. Aún había tiempo. Y cuanto más durara la caza, mejor sería la recompensa.


A la vuelta le vio por fin. Estaba en la galería del vagón, tratando de ocultarse entre los viajeros que había fumando, acodado en la ventana que estaba abierta para dejar salir el humo del tabaco. No se había equivocado. 20 años, estatura media, muy bien formado, deportista. Se fijó en el pelo, castaño, muy corto, y de pronto estuvo seguro de que era cadete. Se relamió, sintiendo con placer el cosquilleo de la lengua contra el bigote, revisando al chico de arriba abajo. Zapatillas grises de deporte, sudadera gris ajustada y pantalón de chándal blanco. Era una verdadera delicia. Tragó saliva. A través de la tela, se veía que el muchacho tenía un par de piernas largas, musculosas y bien torneadas y un trasero delicioso, firme, redondeado en una curvatura perfecta. Se lo imaginó en cueros, y sintió una erección indomable que le hizo lamerse los labios y, disimuladamente, llevarse la mano bajo la ropa para colocarse el pene.


Con una calma fingida se acercó al joven y se inclinó a su lado para decirle en voz baja: “Perdón, ¿me permite el billete?”. El muchacho, sorprendido, retrocedió un paso y, nervioso, empezó a buscar por los bolsillos de la sudadera. “Sí, por supuesto” dijo sin dejar de buscarse arriba y abajo. El revisor esperaba con una paciencia irónica en su mirada. El polizón empezó a rebuscar en su macuto diciendo: “estaba por aquí. Estoy seguro que lo tenía”. “Mire – dijo el revisor al ver que algunos pasajeros estaban empezando a prestar atención a la escena – haga el favor de pasar al último vagón y allí hablaremos más tranquilos.”. El muchacho asintió y tras recoger un petate le siguió sumisamente por las galerías.


Al pasar junto al revisor pelirrojo, el revisor jefe le saludó llevándose la mano a la gorra con un gesto burlón y haciendo una señal hacia el chico que le seguía. El joven revisor se ruborizó de modo que las pecas se hicieron casi invisibles en el tono rojizo de su rostro. Bajó la cabeza entendiendo por fin lo que antes le había preguntado el revisor jefe.


Éste siguió adelante, siempre seguido por el muchacho de chándal a corta distancia. Atravesaron los dos últimos vagones y llegaron por fin al furgón de equipaje. Allí, el revisor abrió la puerta e hizo pasar delante al polizón. Éste, con la cabeza gacha, entró en el vagón y se quedó quieto en el centro del vagón sin alzar la vista del suelo. A fin de mantener el equilibrio, tenía separadas las piernas, y el revisor echó una mirada apreciativa a su trasero antes de pasar a su lado y sentarse en uno de los baúles que estaba adosado a la pared.


- “Deja tus bultos” – hizo un gesto señalando un rincón - “y ven aquí”. – El muchacho obedeció dejando macuto y petate donde le decían y luego se acercó a dos pasos del revisor, siempre con la vista en el suelo. – “Más cerca” – dijo el revisor haciéndole ponerse al alcance de su brazo. – “Bien” – dijo entonces – “¿Cómo te llamas?”

- ….Jesús…


- Jesús, ¿que?


- Jesús Ruiz, señor. Me llamo Jesús Ruiz, señor.


- Bien. Jesús ¿Me equivoco o estás en el ejército?


- Sí señor. Así es.

- ¿voluntario, no? ¿Es decir que estás en el cuerpo de cadetes?


- Sí señor.


- Bien Jesús, pues hablemos claramente. Por lo que yo veo, hay tres opciones” – levantó la mano con la palma hacia el muchacho y los dedos doblados – “Uno” – desplegó el dedo índice – “puedes pagar el billete y por supuesto la multa correspondiente por haberte colado en el tren, que equivale a diez veces el precio del billete… pero seguro que no tienes dinero para ello ni quieres pedírselo a nadie para no descubrirte, ¿verdad?” – El muchacho asintió tímidamente, con la cabeza baja – “Era de suponer. Bien, sigamos: dos” – y desplegó el dedo corazón – “vía legal. Te denuncio y ello hace que te detengan, un juicio rápido y una condena a lo anterior – agravado por las costas, claro – pero creo que tampoco eso es solución porque la justicia pierde tiempo y dinero en un mindundi como tú, y vuelves a descubrirte”. – El muchacho levantó la mirada un momento con una expresión de miedo en los ojos. El revisor sonrió malévolamente. Le tenía justo donde le quería.- “Y, tres” – levantó el dedo anular – “aprovechar el viaje para solucionar el tema, sin coste alguno para la sociedad, dándote el escarmiento que mereces” - Y al decir la palabra escarmiento desplegó y juntó los dedos y agitó la mano de forma lateral, arriba y abajo con el universal gesto de aviso de unos azotes.


Jesús se ruborizó intensamente al oír la amenaza y ver el gesto. El revisor esperó unos segundos y entonces se paró al lado del muchacho. Le sacaba media cabeza y estaba claro que dominaba la situación. Con calma, alargó las manos y cogió la cremallera de la sudadera bajándola lentamente. Jesús se dejaba hacer, inmóvil, la cabeza gacha y los brazos caídos a lo largo del cuerpo. El revisor le quitó la sudadera dejándole simplemente con una ceñida camiseta a rayas. Dejó la sudadera a un lado y se volvió a sentar.


- Ven aquí – dijo, palmeándose el muslo derecho. Jesús dio dos pasos y se puso donde el revisor le decía. Este alargó la mano cogiendo al chico de la muñeca y le hizo tumbarse sobre sus muslos. Jesús no dijo una palabra y se dejó guiar mansamente. Al recostarse en el regazo del revisor éste le acarició la cabeza. “buen chico” – dijo – “pero tu obediencia no va a evitar que te lleves un buen castigo. Y este culito” – dio un azote apreciativo en la nalga derecha valorando su firmeza y volumen – “va a estar muy colorado cuando acabe contigo”. Se alegró de la sumisión del muchacho. Le habría gustado que rogara y se resistiera algo, pero también le agradaba esa cesión que hacía que el chico se quedara relajado e inmóvil en su regazo.


Levantó entonces la mano y la dejó caer con fuerza. Zas. Zas. Zas. Tres azotes cayeron rápidamente en el centro del trasero. Siguió entonces más pausado, azotando primero un lado y luego otro, sintiendo la mano calentarse al chocar con las nalgas y a Jesús agitarse cada vez que sentía un impacto. Poco a poco aceleró de nuevo el castigo, y una buena lluvia de azotes cayó sobre las indefensas nalgas provocando que el castigado empezara a gemir y se sujetara a la pierna izquierda del revisor con las dos manos. El primer castigo duró más de diez minutos, hasta que el revisor se paró y volvió a acariciar el cabello de Jesús. “Pobrecito” – dijo – “ya ves que el delito se paga”. Acarició el trasero y le hizo ponerse en pie a su derecha. Jesús estaba enrojecido y el sudor le cubría la frente, pero se quedó inmóvil delante de su verdugo.


Éste alargó las manos y desabrochó el lazo que sujetaba el pantalón del chándal. Ante la inmovilidad de Jesús metió los dedos por el elástico y de un tirón bajó los pantalones dejando a la vista el calzoncillo negro y los bien torneados muslos del muchacho. Poniéndole la mano en el trasero, el revisor le hizo volverse a tumbar en sus muslos. Con deleite, levantó el faldón de la camiseta dejando al aire un trozo de carne morena de la espalda y dejó reposar la mano sobre el calzoncillo. “Ahora” – dijo – “voy a seguir con el calentamiento… como te puedes imaginar, tu castigo no ha hecho más que empezar… esto es solo un aperitivo”. Le acarició el pelo y las mejillas. “¿algo que decir?” “No, señor. Lo merezco señor” respondió el muchacho. “Así me gusta” dijo el revisor, y levantando la mano la descargó con un sonido restallante sobre el calzoncillo negro.


El castigo siguió durante no menos de otros quince minutos, y por fin el revisor se detuvo. Notaba la mano ardiendo de los golpes y al apoyar la mano izquierda sobre el trasero lo notó tan caliente como si tuviera fuego. Hizo levantarse entonces a Jesús y le ordenó: “No te subas ni te quites el pantalón. Ponte de frente a aquella pared, con los brazos en alto y las manos en la nuca. Te quiero ahí quieto mientras yo hago mi ronda. Y no quiero que te muevas hasta que vuelva”.

jueves, 14 de octubre de 2010

Nalgas de acero

En YouTube hay muchos vídeos de chicos medio borrachos dándose azotes en el culo o recibiéndolos por su cumpleaños (en América existe esa tradición, similar a los tirones de orejas de aquí); no me suelen llamar la atención, pero a veces hay excepciones, como la tremenda azotaina que recibe un jugador de rugby en este vídeo, colocado además sobre las rodillas imagino que de su entrenador. No me extraña el nombre que le han puesto al vídeo, buns of steal, nalgas de acero:

sábado, 25 de septiembre de 2010

The office

Siempre es un placer descubrir escenas de azotes contemporáneas; la última de la que he tenido noticia pertenece a la serie americana The office. Steve Carell es el atractivo jefe de una oficina que en un episodio llamado Nepotismo contrata en prácticas a su propio sobrino. Como el chico no sabe comportarse, su tío / jefe decide que una buena azotaina delante de todos sus empleados es la mejor manera de que aprenda modales; el resto de la oficina imita luego la nueva forma de actuar del jefe. Como parece que el sobrino se autodespide después de los azotes, me ofrezco encantado para ocupar su puesto.


viernes, 17 de septiembre de 2010

A vueltas con el cepillo

El vídeo no necesita mayor presentación; si tu chico no obedece no hay como recurrir a un buen cepillo para que le quede claro quién es el que manda.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Spanking en pareja

El amor es siempre dulce pero no tiene por qué ser empalagoso, las azotainas pueden mejorar mucho la vida en pareja. Estos dos chicos lo tienen muy claro y el hombre de la casa le da a su nene las zurras que necesita; por suerte para nosotros, a veces las graban. Aquí tenéis una bonita escena de disciplina doméstica con lamentos, un culo muy rojo y todos los elementos necesarios; tenía miedo de que Blogger no la procesara por tratarse de un vídeo en flash (.flv) pero no ha habido problema.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Belasco

Para la vuelta de las vacaciones nada mejor que descubrir a un nuevo dibujante. Belasco no se limita al spanking sino que podéis echar un vistazo al resto de sus obras en http://www.belasco-comix.com, pero desde luego dibujar azotainas se le da bien.




jueves, 19 de agosto de 2010

Fratpad

El vídeo de hoy viene de Fratpad, una web de pago cuyos miembros tienen acceso a cámaras que graban en tiempo real lo que hacen un grupo de chicos que forman una especie de fraternidad como las de las universidades americanas. Es decir, un Gran hermano gay con chicos guapos y morbosos; la web es vainilla pero hay algún que otro flirteo con el spanking muy recomendable como el que podéis ver a continuación:

domingo, 8 de agosto de 2010

Debate: ¿es ser infiel practicar el spanking con alguien que no es tu pareja?

El otro día, a raíz del comentario sobre el auge de los fetichismos, un amigo del blog planteaba una pregunta que creo merecedora de un post aparte, así que aquí está. Para quien entre en el blog solamente para ver fotos y vídeos, o quien no entienda bien español, como es el caso de muchos visitantes, he salpicado la entrada con un simpático fotomontaje que podeis ver completo aquí.
Encontrar a alguien con el que te entiendas bien para formar una pareja es complicado, y dado el número tan reducido de miembros de la comunidad spanko en España, la mayoría de los spankos tienen una pareja "vainilla", como se dice en inglés, es decir, que no está interesada en el spanking. Por lo tanto las opciones para un spanko con pareja normalmente se reducen a prescindir de su fantasía, algo muy difícil, o a practicar el spanking con otras personas. En este caso, ¿le está siendo infiel a su pareja?
Según la idea tradicional de lo que es ser fiel o infiel, la respuesta estará en función de otra pregunta, también peliaguda: ¿el spanking es sexo? Hay razones a favor del sí y también del no:

  • Me parece difícil afirmar que el spanking es algo distinto del sexo. Las personas que nos gusta azotar o ser azotados obtenemos de los azotes un placer de naturaleza claramente sexual, nos excita ver imágenes de azotes, etc. Creo que muy muy poca gente busca en el spanking un castigo sin componentes eróticos y, francamente, si alguien quiere ser azotado porque se siente culpable y no por el morbo de la situación, creo que debería pedir ayuda.

  • También es verdad que el spanking es una actividad diferente del sexo convencional; a los spankees sobre todo, muchas veces nos da morbo ser azotados por personas que no encontramos para nada atractivas para otro tipo de relacionees sexuales, por lo que de ninguna forma son posibles rivales para nuestra pareja, y sin embargo nos da morbo y placer que nos azoten. Probablemente en general para los spankers sí están más relacionados sexo y spanking y quien les resulte atractivo para azotar no suele diferir tanto de quien les gusta para el sexo en general.
Resumiendo, el spanking sí me parece que es sexo, pero también una forma de sexo lo bastante distinta al sexo con tu pareja como para considerar que una cosa interfiera en la otra y signifique necesariamente una infidelidad. Pero eso sí, lo mismo se puede decir de gente que se acuesta con otras personas y para la que la relación con esas personas es puro sexo que no interfiere tampoco con su relación de pareja; por lo tanto si el spanko no es infiel quien queda sólo para sexo tampoco lo sería.
Ahí llegamos a un punto de vista mío particular que sé que mucha gente no comparte, pero para mí la fidelidad es una cuestión cerebral o emocional, más que de entrepierna. Creo que hay gente que nunca se ha acostado con otras personas pero que es muy infiel a su pareja, porque no confía en ella, porque no es leal, porque no la respeta, no la trata bien o porque si no se acuesta con otros es por simple miedo a que lo pillen, y puede haber gente que sí es fiel a su pareja aunque de vez en cuando necesite tener algún tipo de actividad sexual con otra persona, siempre que lo haga con cierta delicadeza: si llego a casa y me encuentro a mi pareja en la cama con otro me enfadaría y me sentiría muy humillado, pero no tanto por el hecho de que se esté acostando con otro, que es algo que puedo entender, sino por haberlo metido en nuestra cama sin preocuparse de que yo pueda entrar, descubrirlos y sentirme fatal; que haga eso implica que no le importa lo más mínimo lo que yo sienta: eso, el respeto o la falta de respeto, es lo más importante en mi opinión, más que el hecho de que tenga relaciones con otra persona.

Aunque la pareja abierta me parezca lo ideal, también es verdad que es muy complicado sentirse tan seguro de uno mismo como para no preguntarse si tu pareja no se enamorará de alguien en estos encuentros sexuales. En el caso de que a tu pareja le guste el spanking, está además la preocupación de si le harán daño y de que esté llevando a cabo una actividad que entiendo que para quien no le guste sea muy difícil de comprender y que la vea como algo peligroso. Por lo tanto surge otra pregunta de difícil respuesta, ¿hay que contarle a tu pareja que quedas con otras personas para spanking?
Hay gente que piensa que eres menos infiel o más respetuoso con tu pareja si se lo cuentas y más infiel si se lo ocultas, pero cuidado, mucha gente le cuenta a su pareja que ha estado con otras personas (tanto si es para spanking como si es para otras formas de sexo) no porque la respete, sino por todo lo contrario, sabe que le tiene tan en el bote que ni se toma la molestia de mentirle ni darle una excusa porque no le importa que a él sí le importe. No siempre la mentira es mala; muchas veces sí, pero otras mentimos para no herir a la otra persona aunque para nosotros sea más cómodo decir la verdad, y en cambio otra gente que presume de sincera no dice la verdad por sinceridad sino por propia comodidad y por insensibilidad al daño que pueda hacer a los demás. Por lo tanto, no creo que haya reglas fijas acerca de si es mejor mentir o ser sincero.
El tema por lo tanto es complejo y no creo que haya una solución general, sino que cada uno tendrá que buscarse la mejor solución conociéndose a sí mismo y a su pareja. En fin, si una sola persona que lea esto saca algo en limpio o se plantea alguna cosa a raíz de leerlo, consideraré que esta entrada ha sido un éxito. Naturalmente, los comentarios están abiertos para quien quiera decir cualquier cosa, aunque para ver el comentario publicado tenéis que esperar a que lo autorice, por culpa del spam; ha entrado bastante últimamente.






martes, 3 de agosto de 2010

Las travesuras de Leo

El vídeo que os ofrezco hoy recurre a uno de los argumentos más manidos del cine spanko: papá entra en la habitación y pilla a Leo, su nene, haciendo cochinadas con una revista. Está claro que el muchacho necesita una lección y se nota que papá tiene ya experiencia en calentarle el culete.

Descubrí este vídeo hace poco pero el papá es un viejo conocido de la antigua productora Brittishboys fetish club, llevada por británicos que buscaban a los modelos en los países del este, donde abundan los chicos guapos dispuestos a dejarse azotar.

miércoles, 21 de julio de 2010

¿Fetichismo o turismo sexual?

Este resumen no está disponible. Haz clic en este enlace para ver la entrada.

jueves, 8 de julio de 2010

Grupos en gayromeo y nuevo blog

Un lector ha creado su propio blog, http://spankingtiosandalucia.blogspot.com/, podéis echar un vistazo, disfrutar de las fotos y participar en alguna encuesta. Bienvenido a la blogosfera, amigo.


Para los que uséis Gayromeo, os informo también de que he creado un grupo de spanking en Madrid, spankmadrid, a ver que tal sale, este es el enlace. Necesito un mínimo de quince socios para que se puedan ver las fotos que he subido, así que os invito a que os apunteis. Más adelante iré subiendo más fotos, pero el objetivo principal no es tanto ver fotos (para eso está el blog) sino favorecer el contacto entre los spankófilos que viven en la capital o que la visitan; y también para los turistas de fuera.


Existe ya otro grupo, spankingparatios, muy similar pero cuyo autor vive en Andalucía; os animo a que os hagáis socios de uno de los dos clubes, o de los dos.

jueves, 24 de junio de 2010

Scott Peterson

El video que ofrezco hoy pertenece a Filmco, una compañía muy activa durante los años 80 que producía porno convencional pero que se aproximó el spanking con The spanking master, un exitoso título que conoció tres secuelas, además de spin-offs como The spanking house o Spank'em hard.The spanking master 2 y 3 contaron con un colaborador de lujo, Scott Peterson, un modelo de la revista Playgirl que se prestó sin problemas a ser azotado por hombres bastante mayores y menos atractivos que él en una época en la que no era tan fácil encontrar modelos guapos y de buen cuerpo en los videos de spanking. La escena es antigua, pero espero que la disfrutéis; The spanking master trataba sobre policías un poco corruptos que aprovechaban su labor de supervisión de jovencitos en libertad condicional para castigarlos poniéndolos sobre sus rodillas, con la amenaza de que negarse a la azotaina supondría su regreso a prisión, que es lo que ocurre en esta escena.

viernes, 11 de junio de 2010

Kedada en septiembre


Tengo la suerte de que muchas veces, cuando no se me ocurre qué poner en el blog para salir de la rutina de los vídeos, algún lector me envía sugerencias. La de ahora es además una información útil: los webmasters de http://www.clubspanking.com/ están organizando su quedada para este 2010. Por ahora su página web no está actualizada con los datos de la kedada de este año, pero imagino que lo estará en breve así que estaos pendientes los que os interese. Por ahora ya sabéis las fechas y el lugar, y disponéis de un email donde pedir más información. Espero que, tras los incidentes del año pasado, la kedada en esta ocasión se pueda celebrar y sea un éxito.

Ilustro esta noticia con unos dibujos del artista Jonathan que no es que vengan a cuento especialmente, pero que me gustan y espero que a vosotros también.






sábado, 5 de junio de 2010

Nuevas creaciones

Hoy utilizo el blog como "feria del spanking" para que las productoras nos muestren sus últimas creaciones y productos. Me parece casi una obligación hacer algo de publicidad a pequeñas empresas que me hacen pasar tan buenos ratos.

Os enseño lo último que ha hecho la gente de Man's hand films, un vídeo sobre un fetiche muy americano, las iniciaciones en las fraternidades universitarias con provechosas sesiones de azotes con pala. En cuanto a calidad de imagen y a dirección, no obstante, no me parece de lo mejor que ha hecho la productora, que tiene en su haber varios títulos de mis favoritos en el género de las azotainas.

El segundo vídeo es obra de Mancpspank, una nueva compañía de la que hablé en otra ocasión y que presenta su nuevo trabajo, Caught smoking (pillado fumando): papá pilla a un nene con un cigarrillo y le da su merecido, que incluye la humillación de lavarle la boca con jabón, unos buenos azotes sobre sus rodillas y finalmente una ración de vara, como es propio de un buen papá inglés.

viernes, 28 de mayo de 2010

Babydoll

He aquí un curioso vídeo muy antiguo, sin sonido directo y con música en su lugar, como se hacía en las primeras películas porno. Un bebé muy especial se ha escapado de la cuna y se lleva una buena azotaina.

sábado, 15 de mayo de 2010

Estudios Royale

Creo que todavía no había publicado en el blog ninguna fotografía de Royale, unos estudios de fotografía que trabajaban para las revistas gay de la época y que tienen ese encanto de la pornografía antigua. Los modelos, muy musculosos, no salían desnudos (al menos no en las imágenes que he visto) pero sí con ropa muy ceñida y muy sugerente. Varias de las fotos tienen como temática la disciplina militar y los azotes. Como veis, el spanking tiene también su arqueología, que en este caso es muy atractiva.







lunes, 10 de mayo de 2010

Azotainas catódicas

A través de un buen amigo del blog he conseguido dos escenas que no tienen mucho en común aparte de venir de series de televisión.

Sigue soñando fue emitida en España a principios de los años 90; trataba de las peripecias de un divorciado despistado al que ante cualquier eventualidad se le venían a la mente imágenes de películas de serie B vistas en su infancia en la televisión; cuando se entera de que su hijo se ha fumado un porro se imagina lo que debería hacer para arreglarlo. De lo que sí que no tengo ninguna información es de la película a la que pertenece en origen la escena que se ve.

La otra secuencia no la conocía y ha sido una agradable sorpresa; pertenece a la serie Walking tall, inédita en España por lo que yo sé. La serie, de 1981, se basaba en una película de 1973 que contaba la historia real de un campeón de lucha libre que se convertía en sheriff de un pueblo y que, a juzgar por esta escena, no dudaba en castigar a los padres que trataban mal a sus hijos con una buena vara improvisada a partir de la rama de un árbol. El atleta-sheriff es un tal Bo Svenson, todo un hombretón sueco guapísimo.

sábado, 1 de mayo de 2010

Dongsaeng

Siempre es un placer descubrir a un nuevo dibujante. Los dibujos que veis aquí son de un tal Dongsaeng, un estudiante de arte que los ha hecho por encargo de un tal Redspkscott para ilustrar una larga historia en muchos capítulos protagonizada por una fraternidad de superhéroes que necesitan recibir azotes de la pala para activar sus superpoderes. Este es el enlace de los relatos para los que sepais inglés. Espero que Dongsaeng siga demostrando su arte en este "género", porque se le da muy bien.




sábado, 24 de abril de 2010

Getting lucky

Una nueva escena de disciplina en un instituto americano, en este caso perteneciente a la película de 1990 Getting lucky. Es la historia de un alumno de los mayores del último curso que se encuentra con un duende que le concede tres deseos. Como resultado, se lleva una buena azotaina con la pala en el despacho del director, seguro que mucho más beneficiosa que los deseos que hubiera pedido ....

jueves, 15 de abril de 2010

Castigo en la habitación

Un lector del blog ha querido compartir con nosotros los castigos que le propina su pareja y amo. Inclinado a cuatro patas sobre la cama recibe azotes sobre los vaqueros hasta que su amo se los baja y prosigue el castigo, con la mano y también con una zapatilla de deporte. La escena es breve pero merece la pena.

Muchas gracias y cuando queráis compartir otro vídeo ya sabéis donde estoy. Al resto de lectores, espero que os guste.

sábado, 10 de abril de 2010

Postales antiguas

Me han pasado una curiosa colección de postales e ilustraciones antiguas referidas a mi tema favorito. La primera se refiere a las curiosas danzas del Tirol de las que ya he hablado alguna vez. Otras son meros chistes, tal vez referidos a la actualidad política del momento, y otras, las más interesantes a mi juicio, son más equívocas, es difícil saber si tienen una intención erótica o no. En todo caso son dignas de ver y, al menos para mí, desconocidas hasta el momento. Muchas gracias al lector que me las ha proporcionado.