Me llamó la atención hace tiempo en el grupo m/m spanking de Google el mensaje de un miembro en el que decía que el libro con más episodios de azotes a chicos que recordaba era El lenguaje del amor de Gerard Reve.
El nombre de Reve me resultaba conocido, y se lo resultará a los amantes del cine europeo de temática gay, como autor de la novela en la que se inspira una excelente película, El cuarto hombre de Paul Verhoeven (1983), que tiene una de las escenas de seducción entre hombres más lúbricas y morbosas que recuerdo en el cine no porno.
Al parecer Reve, que murió hace pocos años y al que podemos ver más abajo en foto, era uno de los grandes autores en lengua neerlandesa del siglo XX, aunque aquí es prácticamente desconocido y sus libros se encuentran descatalogados. Se trata de un personaje muy curioso, a la vez militante católico y militante homosexual, que casi siempre escribía libros en primera persona, presuntamente autobiográficos, en los que no se cortaba a la hora de plasmar sus fantasías sadomasoquistas con chicos mucho más jóvenes que él. Este es un fragmento de la novela El cuarto hombre, desafortunadamente omitido en la película (la traducción es mía a partir de la versión en francés que yo tengo, por lo que es sólo aproximada):
Al parecer Reve, que murió hace pocos años y al que podemos ver más abajo en foto, era uno de los grandes autores en lengua neerlandesa del siglo XX, aunque aquí es prácticamente desconocido y sus libros se encuentran descatalogados. Se trata de un personaje muy curioso, a la vez militante católico y militante homosexual, que casi siempre escribía libros en primera persona, presuntamente autobiográficos, en los que no se cortaba a la hora de plasmar sus fantasías sadomasoquistas con chicos mucho más jóvenes que él. Este es un fragmento de la novela El cuarto hombre, desafortunadamente omitido en la película (la traducción es mía a partir de la versión en francés que yo tengo, por lo que es sólo aproximada):
Si él nos encuentra así juntos, no se enfadará conmigo, le aseguré. Eso sí, podría ser que te diera unos azotes (....) ¿Seguro que "mi" Herman azotaría a Laurens? .... (...) Sí, sin duda Herman, tras haberle bajado los pantalones a Laurens, lo atraería hacia sí, inclinado hacia delante sobre sus rodillas.
Como aviso a los políticamente correctos, las fantasías de dominación de Reve no se limitan a azotes sino que incluyen también torturas más brutales (por ejemplo, apagar un cigarrillo sobre la piel de este mismo Laurens de El cuarto hombre) y, en El lenguaje del amor, algunas de sus ensoñaciones giran en torno a jóvenes de menos de dieciocho años. Pero estas escenas se presentan como fantasías incluso dentro del mismo libro y en ningún momento se describe ningún maltrato real sino sólo fantasías de un maduro calenturiento.
Como aviso a los políticamente correctos, las fantasías de dominación de Reve no se limitan a azotes sino que incluyen también torturas más brutales (por ejemplo, apagar un cigarrillo sobre la piel de este mismo Laurens de El cuarto hombre) y, en El lenguaje del amor, algunas de sus ensoñaciones giran en torno a jóvenes de menos de dieciocho años. Pero estas escenas se presentan como fantasías incluso dentro del mismo libro y en ningún momento se describe ningún maltrato real sino sólo fantasías de un maduro calenturiento.
El lenguaje del amor incluye un recuerdo, quién sabe si verdadero o falso, de infancia acerca de un pobre vecino que recibía azotainas de su padre delante de todo el barrio, y abundantes ensoñaciones de flagelación sobre las nalgas y piernas de muchachos atados. A través de Iberlibro se puede conseguir una versión en español a un precio bastante razonable.
Reve llegó a fotografiarse escenificando sus fantasías, como en esta imagen. No sé si lo que lleva en la mano es una vara para azotar al chico o una cuerda para sujetarlo; está claro que ambas cosas, atar y azotar el culo, le gustan.
Por último, incluyo uno de sus poemas y la traducción que yo hago de la traducción al inglés que he encontrado en Internet; si alguien habla neerlandés y da una versión más exacta, yo encantado:
Hace algún tiempo azoté a un chico
al que, tras desnudar, había atado con correas.
Me dirigía cantos de dolor, no de placer,
cada vez que el látigo golpeaba sus nalgas.
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