Espanquer, un buen amigo del blog y todavía mejor escritor, tiene la amabilidad de compartir con nosotros una muy erótica descripción de una azotaina entre un traviesillo y un papá estricto que se conocen bien. Muchas gracias, Espanquer.
Llegas a casa con tu mochila, sabiendo que te estoy esperando.
Sabes – te lo ha dicho un compañero - que me han llamado de la academia diciendo que has faltado a varias clases y por eso sabes que por fin te vas a llevar tu merecido. Cuando subes las escaleras, no puedes evitar pararte y pensar – y temer y desear –la que te espera.
Cuando entras me ves en el salón, tomando un café e intentas pasar disimulando. Pero no te sale bien. Te llamo y te hago ponerte ante mí y te pregunto qué es lo que ha pasado. Intentas excusarte pero a la primera mentira te cojo de la muñeca, me pongo a tu lado, te inclino un poco y te doy cinco o seis azotes con la mano sobre los fondillos del pantalón. Te sientes ruborizar y el calor de los azotazos en las nalgas te hace temer lo que te viene a continuación.
Entonces te hago incorporarte y te mando a tu cuarto para que allí te quites los pantalones y me esperes, vestido solo con la camisa, calzoncillos y calcetines, de rodillas, mirando a la pared y con las manos en la nuca mientras me acabo de tomar el café...
Esperas un rato, sin dejar de pensar en la que te espera. Estás concentrado en tu trasero, al que notas estremecerse bajo la débil defensa de los calzoncillos. Te preguntas si será muy doloroso, y que cuantos azotes te voy a dar, y en qué posición… hasta que me oyes llegar. No te atreves a mirarme a los ojos.
Te hago levantar y te llevo al lado de la cama. Me siento. Como es tu primer castigo, te pongo en mis rodillas y te acaricio el trasero diciéndote la que te espera y que te voy a calentar a base de bien.
Con mucha calma, te subo el faldón de la camisa hacia arriba y te bajo el calzoncillo dejándote el culo al aire - tú notas la brisa en la piel que normalmente está siempre cubierta...
Levanto la mano y la dejo caer una y otra vez, mientras tú te agitas bajo los azotes... te doy una tanda larga y te acaricio la cabeza y la espalda al tiempo que notas tu trasero encenderse. Mueves el brazo derecho intentando proteger el culo de los azotes, pero notas como te lo sujeto firme contra tu espalda. Cruzo mis dedos con los tuyos para un mejor agarre y uso tu propio brazo de palanca para mantenerte sujeto y firme sobre mis rodillas.
Tras una última buena tanda de azotes, me paro sintiendo – disfrutando- el peso de tu cuerpo en mis rodillas. Pongo mi mano en tu culo para ver si está ya caliente. Le noto sonrosado y vibrante... paso mi mano por tus nalgas siguiendo su suave curvatura y bajando hasta tus muslos y corvas. Meto mi mano entre ellos y bajo un poco más el calzoncillo...Mi mano izquierda te acaricia la cara y baja por tu torso acariciando tus pezones bajo la camisa...
“Si no hubieras intentado protegerte, ahora descansaríamos un poco” te digo. “Como lo has hecho, tenemos que seguir un rato”
Vuelvo a levantar la mano y la descargo de nuevo con firmeza en tu culo, dejándola reposar en él, agarrando cada nalga tras cada azote. Te suelto el brazo y tú, para mantener el equilibrio y evitar la tentación de volverte a protegerte el culo, te sujetas a mi pierna izquierda rodeándola con tu brazo. Sigue una nueva tanda de azotes que restallan sobre tu carne desnuda y ardiente.
.Me vuelvo a parar...Esperas un momento mientras notas mi mano de nuevo pasar acariciando tus nalgas. Entonces te levanto y te mando un rato al rincón... los calzoncillos en las rodillas y el culo al aire
Estás así un rato que se te hace eterno, notando tu trasero caliente refrescado por el aire que le rodea, deseando tocarte pero sin atreverte. Me oyes hablar por teléfono detrás de ti y sabes que el menor movimiento implicará volver a repetir la sesión. “Sí” – digo al teléfono – “Estoy en ello… La verdad es que no sé como no lo había hecho antes... ¿Verlo? Bueno. Seguro que algún día coincides porque te aseguro que de aquí en adelante esto va a ser muy habitual… en cuanto lo necesite.”.
Me oyes dejar el teléfono y te llamo. “Ven aquí”. Tú me obedeces... tienes un poco de miedo y un mucho de deseo en los ojos... te acercas a mi trastabillando por los calzoncillos que te sujetan las piernas. Notas como nunca el roce del faldón de tu camisa en la piel de las nalgas... sabes que te espera otra tanda... pongo mi mano en tu culo y lo noto cálido y palpitante...
"¿Sabes lo que te espera, verdad?" te pregunto. "Sí, señor" respondes con voz algo trémula...
"Y sabes que te lo has merecido, verdad" afirmo más que pregunto. Tú bajas la cabeza... "sí, señor... me lo merezco..."
"Ven aquí" hago una seña y te pongo en mis rodillas esta vez en posición inversa... te sujeto el torso con el brazo izquierdo, llevo la mano derecha a posición y de nuevo suenan las palmadas al chocar mi mano contra tu culo. Te agitas, el ardor va subiendo... e incluso en un momento que acelero la azotaina agitas los pies.
"Por favor, señor, por favor"...dices... me paro con la mano en alto.
"Qué?".
"Por favor." Te doy dos azotes más y te levanto. Me miras y comprendes que has cometido un error… o no.
"Desnúdate"
"Por favor…" dices, incapaz de acabar la frase. Te miro y sabes que no te queda más remedio que obedecer. Te quitas la camisa y la dejas en la cama. Me levanto como un resorte y poniendo el pie en la cama te tumbo en mi rodilla y te doy once azotes fuertes puntuando cada azote con cada palabra. Te notas en volandas sobre mi muslo, indefenso y vulnerable.
"Te - he - dicho - cien -veces - que - la - ropa - hay - que - cuidarla"...
Te suelto y te llevas la mano al trasero, pero un manotazo te la hace retirar...
"Te he dicho que las manos quietas".
Te agarro la nalga izquierda con fuerza, haciéndote dar un respingo, y te digo:
"Este culo es mío, chaval...soy el único ahora mismo que lo puede acariciar o castigar... y te aseguro que a partir de ahora va a estar muchas veces caliente y coloradito por tus malas acciones"... te suelto. "Quítate el slip y los calcetines. Te quiero en cueros para que sepas lo que es bueno”.
Me acerco a la cama mientras tú te quitas, de pie, los calcetines, en una postura forzada que pone en pompa tu culo desnudo y enrojecido ante mis ojos... Colocas, esta vez sí, toda la ropa y te acercas, desnudo e indefenso, a mí...
Te pongo la mano en la barbilla y te hago levantar la mirada.
"Sabes que esto lo hago por tu bien, y te aseguro que siempre estaré aquí para corregirte".
Te pongo la mano en el hombro y vuelvo a poner el pie sobre la cama, poniéndote doblado sobre mi muslo... levanto la mano y vuelvo a darte azotazos en las nalgas, disfrutando del chasquido de mi mano sobre tus glúteos...Tú te estremeces…
Sabes que va a ser una larga tarde y que esta noche dormirás boca abajo en la cama…